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jueves, 15 de noviembre de 2012

Capítulo 28: Somos las Torre Eiffel encendida un catorce de Febrero.

Capítulo 28: Somos la Torre Eiffel encendida un catorce de Febrero.

Junté mis labios con los de Harry. Sonreí entre éstos y cerré la puerta del apartamento. Me agarró de la mano entrelazando nuestros dedos y nos dirigimos hacia su coche. Harry sacó un pañuelo marrón de su bolsillo y me lo puso en los ojos. Con mis manos rocé el pañuelo riendo. Harry abrió la puerta del coche y con su ayuda me monté en él. A los pocos segundos, pude oír como él abría su puerta y ponía el coche en funcionamiento. Os voy a ser sincera, el viaje se me hizo eterno. Tan solo deseaba llegar ya a aquel lugar. Estaba ansiosa por saber cual era aquella sorpresa que me tenía preparada Harry.

Éste aparcó el coche y se bajó. Abrió mi puerta y de nuevo me agarró de la mano y me ayudó a bajar del coche. A punto estuve de tropezar con el escalón, si no llegar ser porque Harry me cogió de la cintura, ya estaría tirada en el suelo. Éste cerró el coche y me abrazó por detrás, pasando sus fuertes brazos por mi cintura y apoyando su cabeza en mi hombro. Así entramos en aquel misterioso lugar. Escuché como Harry hablaba con un hombre y le daba las gracias por hacer que nadie asistiera aquel día. Noté como sus manos rozaban mi pelo y despacio fue deshaciendo el nudo del pañuelo. Me imaginé muchísimo sitios, pero nunca se me ocurrió que me llevaría a un acuario. Aquello era increíble.

Avancé unos pasos observando todo mi alrededor. Estábamos en un túnel y se veía perfectamente como pasaban los peces por encima de ti. Miré a Harry sorprendida y éste me observaba sonriendo. Me acerqué a él y le besé. Juntos recorrimos todo el acuario, observando y comentando cada forma y color de los peces.

-¡Mira, es un caballito de mar! -dije señalando.
-Vaya, nunca vi ninguno.
-Yo tampoco. Esto es precioso -dije observando todo mi alrededor.
-Sí. Es increíble.

Harry miró su reloj y sonrió. Agarró mi mano y corriendo tiró de mí. Salimos de aquel acuario. Estábamos en el puerto. Había muchísimos barcos. No había nadie, solo nosotros. Miré a Harry sorprendida y éste sonrió. Seguimos paseando por aquel puerto y de vez en cuando nos acercábamos un poco al agua a echarle pan a los pequeños peces naranjas que había por allí.

Estaba mirando los peces, como todos iban corriendo a por el pan y peleaban entre ellos por éste. Reí. Harry me cogió en peso, como si estuviera cogiendo un saco de patatas y comenzó a correr. ¿Qué hacía? Comencé a gritar y a patalear, pero él solo reía. Estuvo varios minutos corriendo, ya habíamos salido del puerto. ¿Adónde me llevaba? Nos montamos de nuevo en el coche. Extrañada lo observé, él aún seguía riendo. No dejaba de mirar para todos lados, quería saber si recordaba algún sitio, y sí, lo recordaba, es el lago en el que nos dimos nuestro primer beso. Sonreí. Bajamos del coche. Harry cerró el coche y agarrados de la manos nos acercamos a aquel lago. Agarré fuerte el brazo de Harry y me apoyé en el sonriendo. Estuvimos un par de minutos observando aquel lago. Miles de recuerdos me venían a la cabeza, y cada uno de ellos eran los que me hicieron felices durante todo el tiempo que estuve en Londres.

Harry se remangó los pantalones, hasta las rodillas, así no se los mojaría. Despacio fuimos entrando en el lago. Tan solo los pies. Estaba demasiada fría. Yo no podía dejar de saltar, me estaba congelando los pies. Harry tan solo reía. Salí de nuevo al césped. Harry salió detrás de mí y me cogió como a un saco, echando todo mi cuerpo en su hombro. Comencé a patalear, pero Harry no me hacía caso. Pedía por favor que no me soltara, el agua estaba demasiado fría. Éste despacio fue bajándome. Rozando cada parte de nuestros cuerpos. Nuestras miradas estaban fijas unas a las otras. Una pequeña sonrisa esbozábamos los dos. Podía notar su respiración. También notaba cada latido de su corazón. Igual que el mío, parecían que se nos iban a salir del pecho en cualquier momento. Sonreí. Nuestras labios se rozaban y no dejábamos de mirarnos a lo labios y a los ojos. Harry me tenía agarrada de la cintura, aún no me había soltado en el agua. Me agarraba de la cintura para que así llegara a su altura. Despacio nuestros labios se juntaron. Estaban encajados perfectamente. Nuestras lenguas se rozaron. Harry introdujo la suya en mi boca y jugaba con la mía. Sonrió entre éstos y lo volví a besar. Avanzó unos pasos. Seguimos besándonos. Ahora sí que Harry me soltó. Pude notar como mis pies rozaban el césped. Le di un corto beso a Harry en los labios. Éste se dirigió al coche y abrió el maletero. Sacó un mantel celeste y una pequeña cesta. Cerró el coche y de nuevo se dirigió a mi sonriendo. Coloqué el mantel en el césped y la cesta en el centro. Los dos nos sentamos en el mantel. Harry abrió la cesta y sacó un sándwich para cada uno.

-¿Estás nervioso? -pregunté dándole un bocado a mi sándwich.
-Un poco. Aunque más emocionado que nervioso.
-Estoy deseando estar ya allí.
-Y yo. Será inolvidable -sonrió Harry.
-Inolvidable -repetí sonriendo.
-Quiero ver Disneyland.
-¡Y yo! Siempre he querido ir.
-Por muy mayor que sea nunca me dejarán de gustar las películas disney.
-Si. Las he visto durante toda mi infancia -reí y le di el último bocado al sándwich.

En cuanto terminamos de comer. Recogemos todo y lo guardamos de nuevo en el coche. Harry cerró el maletero y me abrió la puerta. Me hizo un gesto con la mano para que me monte en él y riendo le obedecí. Sonrió. Cerró la puerta y vi como rodeó corriendo el coche. Abrió su puerta y se montó en el asiento copiloto. Me miró un instante y me robó un beso. Sonreí. Arrancó el coche y nos dirigimos a mi apartamento. Allí recogeremos las maletas. Dentro de media hora tendríamos que estar en el aeropuerto. Eran las 13:48. A las 16:00 salía el vuelo. En menos de veinte minutos llegamos a mi apartamento. Bajamos corriendo del coche y abrí la puerta. Entramos y cerré la puerta. Nos dirigimos a mi habitación y cogimos cada uno nuestras maletas. Llevábamos dos cada uno. Apagué todas las luces del apartamento y salimos de éste. Mientras cerraba la puerta, Harry fue guardando todas las maletas en el coche. Me giré y corriendo nos metimos de nuevo en éste. Puso el coche en funcionamiento y nos dirigimos al aeropuerto. Durante el camino observaba como se movían rápido los altos edificios de Londres, debido a la velocidad del coche. En unos veinte minutos aproximadamente ya estábamos en el aeropuerto. Allí ya nos esperaban todos los demás. En cuanto nos vieron corriendo vinieron a darnos un fuerte abrazo. Facturamos las maletas y nos volvimos a despedir. La espera se me hizo bastante corta. Después de muchos besos y abrazos, agarré a Harry de la mano y nos montamos en el avión. Me puse al lado de la ventanilla y Harry a mi lado. Abrí la ventanilla y me apoyé en el hombro de él. Éste se quedo dormido bastante rápido. Yo tan solo observaba las nubes por aquella pequeña ventanilla del avión. Pensaba en los siguientes días, que ocurriría, como lo pasaríamos, estaba segura que lo íbamos a pasar genial y que éste viaje iba a ser involvidable, tanto para Harry como para mí. Mis ojos fueron cerrándose lentamente.

Mañana era nuestro último día en París. Había sido increíble todos y cada uno de los días que habíamos pasado allí. Acabábamos de cenar en un gran restaurante lujoso. Habíamos estado apartados de los demás. Tranquilos y solos. Fue perfecto. Harry cogió mi mano entrelazando nuestros dedos y tiró de mí corriendo. Sacó una venda de su americana azul marino y me la colocó en los ojos. De nuevo me agarró de la mano y comenzamos a caminar. Un par de minutos después pude oír como Harry hablaba con un hombre. Subimos en una especie de ascensor. Escuché como se abrieron las puertas y ya se podía oír el ruido de la calle. Harry me agarró de la cintura. Después posó sus manos sobre las mías y las colocó encima de una barra. El estaba detrás de mí. Despacio fue deshaciendo el nudo del pañuelo, dejándolo caer al suelo. En cuanto abrí los ojos vi la oscura noche que había aquel día en París.

-Somos la Torre Eiffel encendida un catorce de febrero -susurró Harry en mi oído.
Suavemente se me fue erizando la piel. Un escalofrío recorrió cada rincón de mi cuerpo. Cerré los ojos y sonreí. Me giré y lo besé. Aquella noche sin duda sería inolvidable.
-Sarah, ¡ya estamos pisando las tierras francesas! -dijo Harry moviéndome el brazo.
-¿Qué? -dije abriendo despacio los ojos.
-¡Ya hemos llegado!

¿Qué? ¿Todo fue un simple sueño? Froté mis ojos y miré a todos lados. Sí, todo fue un simple sueño. Pero es que parecía todo tan real. Harry se levantó y cogió mi bolso que había arriba de nuestros asientos mientras yo cerraba los ojos y recordaba aquella frase que me susurró Harry en el sueño: Somos la Torre Eiffel encendida un catorce de febrero.

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