Capítulo 28: Somos la Torre Eiffel encendida un catorce de Febrero.
Junté
mis labios con los de Harry. Sonreí entre éstos y cerré la puerta del
apartamento. Me agarró de la mano entrelazando nuestros dedos y nos
dirigimos hacia su coche. Harry sacó un pañuelo marrón de su bolsillo y
me lo puso en los ojos. Con mis manos rocé el pañuelo riendo. Harry
abrió la puerta del coche y con su ayuda me monté en él. A los pocos
segundos, pude oír como él abría su puerta y ponía el coche en
funcionamiento. Os voy a ser sincera, el viaje se me hizo eterno. Tan
solo deseaba llegar ya a aquel lugar. Estaba ansiosa por saber cual era
aquella sorpresa que me tenía preparada Harry.
Éste aparcó el
coche y se bajó. Abrió mi puerta y de nuevo me agarró de la mano y me
ayudó a bajar del coche. A punto estuve de tropezar con el escalón, si
no llegar ser porque Harry me cogió de la cintura, ya estaría tirada en
el suelo. Éste cerró el coche y me abrazó por detrás, pasando sus
fuertes brazos por mi cintura y apoyando su cabeza en mi hombro. Así
entramos en aquel misterioso lugar. Escuché como Harry hablaba con un
hombre y le daba las gracias por hacer que nadie asistiera aquel día.
Noté como sus manos rozaban mi pelo y despacio fue deshaciendo el nudo
del pañuelo. Me imaginé muchísimo sitios, pero nunca se me ocurrió que
me llevaría a un acuario. Aquello era increíble.
Avancé unos pasos
observando todo mi alrededor. Estábamos en un túnel y se veía
perfectamente como pasaban los peces por encima de ti. Miré a Harry
sorprendida y éste me observaba sonriendo. Me acerqué a él y le besé.
Juntos recorrimos todo el acuario, observando y comentando cada forma y
color de los peces.
-¡Mira, es un caballito de mar! -dije señalando.
-Vaya, nunca vi ninguno.
-Yo tampoco. Esto es precioso -dije observando todo mi alrededor.
-Sí. Es increíble.
Harry miró su reloj y sonrió. Agarró mi mano y
corriendo tiró de mí. Salimos de aquel acuario. Estábamos en el puerto.
Había muchísimos barcos. No había nadie, solo nosotros. Miré a Harry
sorprendida y éste sonrió. Seguimos paseando por aquel puerto y de vez
en cuando nos acercábamos un poco al agua a echarle pan a los pequeños
peces naranjas que había por allí.
Estaba mirando los peces, como
todos iban corriendo a por el pan y peleaban entre ellos por éste. Reí.
Harry me cogió en peso, como si estuviera cogiendo un saco de patatas y
comenzó a correr. ¿Qué hacía? Comencé a gritar y a patalear, pero él
solo reía. Estuvo varios minutos corriendo, ya habíamos salido del
puerto. ¿Adónde me llevaba? Nos montamos de nuevo en el coche. Extrañada
lo observé, él aún seguía riendo. No dejaba de mirar para todos lados,
quería saber si recordaba algún sitio, y sí, lo recordaba, es el lago en
el que nos dimos nuestro primer beso. Sonreí. Bajamos del coche. Harry
cerró el coche y agarrados de la manos nos acercamos a aquel lago.
Agarré fuerte el brazo de Harry y me apoyé en el sonriendo. Estuvimos un
par de minutos observando aquel lago. Miles de recuerdos me venían a la
cabeza, y cada uno de ellos eran los que me hicieron felices durante
todo el tiempo que estuve en Londres.
Harry se remangó los
pantalones, hasta las rodillas, así no se los mojaría. Despacio fuimos
entrando en el lago. Tan solo los pies. Estaba demasiada fría. Yo no
podía dejar de saltar, me estaba congelando los pies. Harry tan solo
reía. Salí de nuevo al césped. Harry salió detrás de mí y me cogió como a
un saco, echando todo mi cuerpo en su hombro. Comencé a patalear, pero
Harry no me hacía caso. Pedía por favor que no me soltara, el agua
estaba demasiado fría. Éste despacio fue bajándome. Rozando cada parte
de nuestros cuerpos. Nuestras miradas estaban fijas unas a las otras.
Una pequeña sonrisa esbozábamos los dos. Podía notar su respiración.
También notaba cada latido de su corazón. Igual que el mío, parecían que
se nos iban a salir del pecho en cualquier momento. Sonreí. Nuestras
labios se rozaban y no dejábamos de mirarnos a lo labios y a los ojos.
Harry me tenía agarrada de la cintura, aún no me había soltado en el
agua. Me agarraba de la cintura para que así llegara a su altura.
Despacio nuestros labios se juntaron. Estaban encajados perfectamente.
Nuestras lenguas se rozaron. Harry introdujo la suya en mi boca y jugaba
con la mía. Sonrió entre éstos y lo volví a besar. Avanzó unos pasos.
Seguimos besándonos. Ahora sí que Harry me soltó. Pude notar como mis
pies rozaban el césped. Le di un corto beso a Harry en los labios. Éste
se dirigió al coche y abrió el maletero. Sacó un mantel celeste y una
pequeña cesta. Cerró el coche y de nuevo se dirigió a mi sonriendo.
Coloqué el mantel en el césped y la cesta en el centro. Los dos nos
sentamos en el mantel. Harry abrió la cesta y sacó un sándwich para cada
uno.
-¿Estás nervioso? -pregunté dándole un bocado a mi sándwich.
-Un poco. Aunque más emocionado que nervioso.
-Estoy deseando estar ya allí.
-Y yo. Será inolvidable -sonrió Harry.
-Inolvidable -repetí sonriendo.
-Quiero ver Disneyland.
-¡Y yo! Siempre he querido ir.
-Por muy mayor que sea nunca me dejarán de gustar las películas disney.
-Si. Las he visto durante toda mi infancia -reí y le di el último bocado al sándwich.
En
cuanto terminamos de comer. Recogemos todo y lo guardamos de nuevo en
el coche. Harry cerró el maletero y me abrió la puerta. Me hizo un gesto
con la mano para que me monte en él y riendo le obedecí. Sonrió. Cerró
la puerta y vi como rodeó corriendo el coche. Abrió su puerta y se montó
en el asiento copiloto. Me miró un instante y me robó un beso. Sonreí.
Arrancó el coche y nos dirigimos a mi apartamento. Allí recogeremos las
maletas. Dentro de media hora tendríamos que estar en el aeropuerto.
Eran las 13:48. A las 16:00 salía el vuelo. En menos de veinte minutos
llegamos a mi apartamento. Bajamos corriendo del coche y abrí la puerta.
Entramos y cerré la puerta. Nos dirigimos a mi habitación y cogimos
cada uno nuestras maletas. Llevábamos dos cada uno. Apagué todas las
luces del apartamento y salimos de éste. Mientras cerraba la puerta,
Harry fue guardando todas las maletas en el coche. Me giré y corriendo
nos metimos de nuevo en éste. Puso el coche en funcionamiento y nos
dirigimos al aeropuerto. Durante el camino observaba como se movían
rápido los altos edificios de Londres, debido a la velocidad del coche.
En unos veinte minutos aproximadamente ya estábamos en el aeropuerto.
Allí ya nos esperaban todos los demás. En cuanto nos vieron corriendo
vinieron a darnos un fuerte abrazo. Facturamos las maletas y nos
volvimos a despedir. La espera se me hizo bastante corta. Después de
muchos besos y abrazos, agarré a Harry de la mano y nos montamos en el
avión. Me puse al lado de la ventanilla y Harry a mi lado. Abrí la
ventanilla y me apoyé en el hombro de él. Éste se quedo dormido bastante
rápido. Yo tan solo observaba las nubes por aquella pequeña ventanilla
del avión. Pensaba en los siguientes días, que ocurriría, como lo
pasaríamos, estaba segura que lo íbamos a pasar genial y que éste viaje
iba a ser involvidable, tanto para Harry como para mí. Mis ojos fueron
cerrándose lentamente.
Mañana era nuestro último día en París.
Había sido increíble todos y cada uno de los días que habíamos pasado
allí. Acabábamos de cenar en un gran restaurante lujoso. Habíamos estado
apartados de los demás. Tranquilos y solos. Fue perfecto. Harry cogió
mi mano entrelazando nuestros dedos y tiró de mí corriendo. Sacó una
venda de su americana azul marino y me la colocó en los ojos. De nuevo
me agarró de la mano y comenzamos a caminar. Un par de minutos después
pude oír como Harry hablaba con un hombre. Subimos en una especie de
ascensor. Escuché como se abrieron las puertas y ya se podía oír el
ruido de la calle. Harry me agarró de la cintura. Después posó sus manos
sobre las mías y las colocó encima de una barra. El estaba detrás de
mí. Despacio fue deshaciendo el nudo del pañuelo, dejándolo caer al
suelo. En cuanto abrí los ojos vi la oscura noche que había aquel día en
París.
-Somos la Torre Eiffel encendida un catorce de febrero -susurró Harry en mi oído.
Suavemente
se me fue erizando la piel. Un escalofrío recorrió cada rincón de mi
cuerpo. Cerré los ojos y sonreí. Me giré y lo besé. Aquella noche sin
duda sería inolvidable.
-Sarah, ¡ya estamos pisando las tierras francesas! -dijo Harry moviéndome el brazo.
-¿Qué? -dije abriendo despacio los ojos.
-¡Ya hemos llegado!
¿Qué? ¿Todo fue un simple sueño? Froté mis
ojos y miré a todos lados. Sí, todo fue un simple sueño. Pero es que
parecía todo tan real. Harry se levantó y cogió mi bolso que había
arriba de nuestros asientos mientras yo cerraba los ojos y recordaba
aquella frase que me susurró Harry en el sueño: Somos la Torre Eiffel
encendida un catorce de febrero.
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