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jueves, 15 de noviembre de 2012

Capítulo 25: La perfección existe.

Capítulo 25: La perfección existe.

(Narra Harry)

Estuvimos varios minutos más disfrutando de las canciones que ponían en aquella radio. Decidimos preparar el almuerzo. Íbamos a hacer espaguetis a la carbonara. No se me daba nada mal. Me salían deliciosos, Louis me enseñó a hacerlo. Al día siguiente nos íbamos a París y la verdad es que estaba más feliz que nunca. Comenzamos a cocinar. 'Rest of my life' de Bruno Mars, sonaba en la radio en esos momentos. Esa canción era perfecta para mí. Describía todo lo que me ocurrió con Sarah. Sí, era bastante afortunado. Y como decía la canción tuve que hacer algo bien. Prometí amarla por el resto de mis días.

Sarah estaba distraída cocinando. Estaba metida totalmente en su mundo. No pude evitarlo, corriendo me acerqué a ella y la abracé lo más fuerte que pude. Apoyé mi barbilla en su hombro apretando los ojos, evitando que un par de lágrimas salieran de éstos. No la quería soltar. Quería tenerla para siempre entre mis brazos, abrazada a mí. No quería perderla, no a ella. Muy despacio me fui separando de ella y besé sus dulces labios. Nos volvimos a separar y sonreí. Le di un corto beso y seguimos cocinando.

El almuerzo estaba listo. Mientras yo repartía la comida, Sarah comenzó a poner la mesa. Decidimos almorzar en el jardín. Desde allí se escuchaba perfectamente la música. Ya estaba todo preparado. Nos sentamos uno en frente del otro y comenzamos a almorzar. Al principio no hablábamos mucho. Ella estaba concentrada en su comida. Pero yo no podía dejar de observarla. Por mucho que quería sacarle algún defecto no se lo encontraba. Estaba enamorado de su largo y moreno pelo, de sus finas cejas, de sus largas pestañas, de sus grandes y hermosos ojos, de su pequeña y chata nariz, de sus finos labios y su hermosa y única sonrisa. Su cuerpo era perfecto. La amaba. Amaba su forma de ser, su personalidad, dulce, sincera, tímida, divertida, cariñosa, humilde, sensible, fuerte, perfecta. Y para que hablar de su increíble corazón. Ese corazón que tiene que no le cabe en el pecho. ¿Por qué? ¿Por qué es tan perfecta?

Sarah despacio levantó su cabeza y me miró. Sonreí. Sonrió tímida. Me encantaba. Cuando sus mejillas se ponían rojas. Cuando sonreía a lo bajo. Cuando me miraba con esos ojos de color marrón claro, esos ojos tan penetrantes. Es ella. Es ella con la que quiero estar siempre. Era la madre de mis hijos, era ella la chica ideal. Mi chica ideal. Mía, solo mía. Esa forma tan increíble de enamorarme, de hacerme sonreír como un completo idiota, esa forma tan tierna de besarme, esa forma que tenía de hacerme el hombre más feliz del mundo con solo mostrarme una de sus preciosas sonrisas. Podía llevarme días y días describiendo lo perfecta que es. No me cansaría por nada del mundo dejar de observarla, de besarla, de decirle cuanto la amo, de cuanto me gustaría estar con ella el resto de mis días, de ser ella quien me haga feliz.

-Me pones nerviosa -susurró Sarah con sus mejillas rojas, sacándome de mis pensamientos.
-¿Te pongo nerviosa? -reí.
-Sí... -fijó sus ojos en los míos. Lo que me hizo dejar de reír y observar atentamente a éstos.
-Me-me gusta -sonreí. Ella soltó una leve carcajada- Te ves realmente hermosa.
-¡Pero si estoy despeinada, sin maquillar y en pijama! -rió Sarah.
-No importa. Para mi estés como estés será la persona más hermosa del mundo.
-Gracias -sonrió mientras una lágrima caía por su mejilla.
-¿Por qué lloras amor? No quiero que llores -me levanté de mi asiento y me acerqué a ella. Agarré su mano y entrelacé mis dedos con los suyos. Me puse en cuclillas a su lado. Ella se giró un poco y quedó justo en frente de mí.
-De pequeña me llamaban fea tantas veces que me lo creí. Había personas que me decían que guapa eres o cosas por el estilo, yo pensaba que solo lo hacían por quedar bien, y lo seguía pensando hasta que os conocí a ustedes. Ustedes, Harry. Habéis sido ustedes quiénes me habéis ayudado y me habéis echo sentir preciosa y eso nadie lo había conseguido antes.

Aquella palabras me hundieron. ¿Quién puede decir que Sarah es fea? ¿Qué persona sin cerebro puede decir semejante estupidez? Recordé aquel día en la piscina de la casa de Liam. Cuando ella contó su historia, no ha tenido una infancia nada buena. Pero aún así seguía sonriendo como si nada le hubiera pasado. Era fuerte. Sarah era un ejemplo a seguir. Observé los ojos de Sarah. Las lágrimas amenazaban con salir. Pero no lo iba a permitir. Me acerqué a ella y estampé mis labios con los suyos.

-Eres preciosa -susurré- Te lo podría decir miles de veces, que nunca me cansaría. Y quien diga lo contrario que venga aquí a hablar conmigo.

Sarah río, lo que me hizo sonreír a mí. Esa era la Sarah que yo quería ver. Una Sarah feliz. No quería verla triste, no quería verla llorar, eso me hundía. Le dí un beso en la frente y me levanté. Comenzamos a recoger la mesa. En dos viajes teníamos todo recogido. Sarah comenzó a lavar los platos y demás, mientras yo limpiaba la mesa. Entré de nuevo en la cocina y solté el paño en su sitio. Guardé las bebidas que había que la mesa de la cocina en el frigorífico y me dirigí al salón a bajar el volumen de la televisión.

-¡Ah! -gritó Sarah.
-¿Qué ocurre, amor? -pregunté entrando corriendo en la cocina. Ella miraba su mano derecha, mientras que la aguanta con la izquierda por la muñeca. En su dedo índice había sangre.
-Me he cortado con el cuchillo.
-Chúpate el dedo.
-¿Qué?
-Sí, hazlo.

Sarah me obedeció. Observé como se llevaba su dedo indice a la boca dubitativa. En ese momento me gustaría haber sido el dedo. Pero no era momento para pensar en eso. Cogí a Sarah de su brazo izquierda y la llevé a la habitación. Entré en el baño y cogí el botiquín. Salí de éste y entré de nuevo en la habitación acercándome a ella. Estaba sentada en la cama observándose el dedo. Ya no tenía tanta sangre como antes, pero aún tenía. Me puse de rodillas en frente de ella, estaba perfectamente a su altura. En cuanto le eché agua oxigenada, se quejó. Le di un pequeño beso en los labios y saqué las tiritas del botiquín y le coloqué una en su dedo. Besé con cuidado a éste. 'También me duele los labios, Harry' dijo Sarah. La miré a los ojos un instante y la besé. Nuestras lenguas se rozaron. Introduje la mía en su boca y jugué con la suya. Despacio me separé mordiendo su labio inferior.

Nos quedamos un instante mirándonos a los ojos. Yo estaba arrodillado en frente de ella. No hablábamos, no nos hacía falta, con la mirada pude ver como Sarah pensaba igual que yo. Pensaba en una boda. Parecía como si me estuviera leyendo la mente. Aún no. Éramos jóvenes. Pero estaba seguro de que algún día lo haríamos y formaríamos una familia.

'Vamos a preparar las maletas' dije levantándome. Abrí el armario y saqué una maleta grande. La eché en la cama y la abrí. Sarah me observaba atenta. Comencé a sacar ropa. Lo justo para diez días. Toda la ropa estaba echada en la cama. Sarah la comenzó a doblar y a guardarlo todo ordenado en la maleta. Mientras, saqué otra maleta de mano y guardé la ropa interior, los zapatos, perfume, cepillo de dientes y demás. Sarah ya había terminado. Le estaba costando cerrar la maleta grande. Riendo me dirigí hacia ella. Cerré la maleta sin hacer fuerza ninguna. Sarah sorprendida se acercó a mí y me agarró del brazo derecho apretándome el bíceps. Después, despacio fue levantando mi camiseta. Pasó la yema de sus dedos por todos mis abdominales y asintiendo bajó la camiseta. 'Me gusta' dijo Sarah cogiendo la pequeña maleta. Estallé a carcajadas. Ella me miró sonriendo, aunque acabó igual que yo. Cogí la maleta grande y la bajamos al salón. Soltamos las dos en la entrada y subimos de nuevo a vestirnos. Me puse una camiseta azul marino y unos vaqueros. Me coloqué mis deportivas blancas y con la mano me peiné. Sarah iba igual que ayer, con el vestido azul marino y su americana marrón claro igual que sus tacones. No trajo ropa. Ya vestidos, salimos de la casa y nos dirigimos a su apartamento a preparar sus maletas.

-¿Dónde vas, Harry? -preguntó una voz varonil detrás de mí- Aún no comenzáis la gira, ¿no?
-No.
-¿Y esas maletas? ¿Te mudas? ¿O son de Sarah?

Entramos lo más rápido posible en el coche. Había paparazzis y periodistas por todas partes. Hay veces que agobian, pero bueno, yo decidí entrar en aquel mundo.

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